“Maldita sea, te dije claramente que no te quería ver fuera de este cuarto, con conforme con ser un esperpento, un adefesio, todavía pretendes esta afuera como si fueras lo más lindo, maldito deforme, debimos abortarte cuando tuvimos la oportunidad”
Esa voz aguardentosa, furiosa y con aliento etílico, era la de mi padre.
Su mayor decepción y por la cual aseguraba que se tiro al vicio fue por mi nacimiento, vine a este mundo con severas lesiones óseas, una joroba y mi rostro, pues lo dejaremos en “horrible” como siempre lo decía el.
Mi madre nunca me veía y cuando lo hacía, era con asco y repugnancia su indiferencia era, peor que todas las palabras de mi padre así que me la pasaba solo en ese cuarto dibujando amigos en las paredes, con quienes charlaba, acerca de lo mucho que deseaba conocer el amor de mis padres.
En se lúgubre y apestoso cuarto solo se podía respirar la soledad y ver un rayo de luz que entraba de las negras ventanas, obscuras para, que nadie pudiera verme y asustarse por mí apariencia según mis padres.
Un día de la nada entró mi papá, ebrio como siempre y sin decir nada me molió a golpes.
Después de quedar agotado de tanto golpearme salió echo un energúmeno, ahí quedé, llorando y por primera vez lo deseaba que nunca hubiera nacido, en esas estaba cuando una voz que salía de la pared me habló:
– oye, no pienses eso, aun te queda mucho por hacer en esta vida!!
– como que?? Solo conozco la miseria y el dolor!!
– eso es lo que tu crees!
El tenedor roto
Y me acerque feliz de tener con quien hablar y era mi amigo, mi dibujo, tan feo como lo era yo, me dijo que debajo de mi cama había un tenedor roto, que esperara a que mi padre cayera de borracho y que mi madre estuviera dormida y que uno a uno le sacara los ojos con ese utensilio y que entonces mi vida cambiaría.
Y así lo hice, salí del cuarto cuando nada se escuchaba, vi a mi padre en el sillón con el televisor encendido, me acerque a el con sigilo siniestro y de golpe le enterré el tenedor roto en ambos ojos, pude sentir como sus globos oculares explotaban.
Acto seguido fui al cuarto de mi madre y le hice lo mismo.
Solo que ella si lanzó un alarido de dolor, luego fui a mi cuarto y vi a mi dibujo,, no recuerdo haberle dibujado esa sonrisa tan diabólica, y esos ojos tan rojos., mucho menos ese tenedor roto en sus manos, en fin, tuvo razón, mi vida cambió, ahora mis padres ya no pueden ver lo feo que soy por fuera, ahora saben que soy horrible también por dentro.
Ya me hablan de mejor manera, pues ahora todas sus necesidades dependen de mi, pues en país de ciegos, el tuerto es rey.
De fea, manera se dieron cuenta que lo esencial es invisible para los ojos, solo se puede ver con el corazón.
Créditos a su autor : MAURO LOBO