Había una vez una niña llamada Sofía que tenía una gran pasión por las muñecas. Pasaba horas jugando con ellas, creando historias y dando vida a cada una de ellas. Su colección de muñecas era extensa y estaba orgullosa de cada una de ellas.
Un día, mientras exploraba en el ático de su antigua casa, Sofía encontró una muñeca peculiar. Era una muñeca desgastada, con ojos oscuros y un aspecto grotesco. Aunque todas las demás muñecas estaban hermosamente vestidas, esta parecía haber pasado por muchas manos y ya no lucía como antes. Sin embargo, a pesar de su apariencia aterradora, Sofía sintió una extraña conexión con ella y decidió añadirla a su colección.
A partir de ese momento, cosas extrañas comenzaron a suceder en la casa. Sofía solía despertar en medio de la noche y encontrar la muñeca moviéndose por sí sola. Aunque al principio pensó que solo era su imaginación, pronto comenzó a notar que distintas muñecas también se desplazaban de lugar mientras dormía. Esto la inquietaba, pero no dijo nada a sus padres por temor a que no le creyeran.
Con el paso del tiempo, las muñecas comenzaron a exhibir comportamientos aún más perturbadores. Sofía escuchaba susurros provenientes del rincón de su habitación donde guardaba su colección. A veces, incluso sentía que las muñecas la observaban fijamente con sus ojos oscuros y sin vida. Su amado espacio de juego se había convertido en un lugar que le generaba miedo y desasosiego.
Una noche, mientras desesperada intentaba dormir, Sofía escuchó pasos arrastrándose en el pasillo. Eran los pasos lentos y pesados de alguien, pero cuando se asomó, no había nadie allí. Algo la atrajo hacia el ático, donde encontró todas sus muñecas posicionadas de manera ordenada, rodeando a la muñeca desgastada del tesoro. El corazón de Sofía se aceleró al darse cuenta de que todas las muñecas la miraban, sus ojos llenos de una malicia inexplicable.
Aterrorizada, Sofía intentó huir, pero las muñecas parecían encerrarla en el ático. Cada vez que trataba de abrir la puerta, estas se movían más cerca y más rápido, bloqueándole el camino. Sofía gritó pidiendo ayuda, pero sus palabras fueron ahogadas por los risueños susurros de las muñecas. Sentía que estaba atrapada en su peor pesadilla.
Finalmente, luego de lo que parecieron horas eternas, los padres de Sofía escucharon sus gritos y lograron abrir la puerta del ático. Pero cuando entraron, solo encontraron a una Sofía desmayada y sus muñecas posicionadas en su lugar habitual.
Desde ese día, Sofía nunca volvió a ser la misma. La experiencia en el ático le causó daños psicológicos profundos. Ya no volvió a jugar con sus muñecas y, a medida que crecía, su interés por ellas se desvaneció por completo. Nunca pudo explicar a sus padres lo que había sucedido realmente, y la muñeca desgastada desapareció misteriosamente después de aquel horrendo evento.
La historia de Sofía se convirtió en una leyenda local. Los vecinos aún comentan sobre la casa misteriosa, el ático prohibido y las muñecas que cobran vida. Incluso hoy en día, algunos afirman haber escuchado susurros escalofriantes provenientes del lugar.