Aristóbulo empezó a decaer en su salud, perdió el apetito y cada día estaba peor, no había médico que pudiera dar con el mal que lo aquejaba, su esposa y sus dos hijos no cabían de la preocupación, su esposo y padre siempre fue un hombre sano, nunca se quejó por nada y un día como si nada empezó su decaimiento, estaban devastados.
Ya no solo no comía, lo poco que se obligaba a comer lo vomitaba, nada paraba en su estómago, ya fuera diarrea o vómito, si seguía así no duraría mucho, pronto lo internaron en el hospital, pero allí no solo no pudieron encontrar el mal que lo aquejaba, si no que le empezaron dolores en los costados, en el estómago y en el pecho decía que eran punzadas como si le clavar una daga, en ocasiones sentía que perdía la respiración, como si alguien le apretara la garganta, los médicos sólo podían ponerle suero para tratar de mantenerlo vivo, pero entre ellos decían que aunque no sabían qué era, veían que se deterioraba cada día más.
Sin nada que poder hacer daban el caso como perdido.
Una noche entró una monja muy anciana dijo llamarse Ángela al verlo saludó con una seriedad como si estuviera enojada, le dijo sin más preámbulos a la esposa:
-A este señor lo están trabajando.- La esposa de Aristóbulo le preguntó muy sorprendida de qué hablaba, esta le explicó que a su esposo le estaba haciendo un trabajo con un muñeco monicongo, a este se le hace un rezo con una prenda interior usada, ojalá sin lavar sería mucho más eficaz, la esposa se quedó sin palabras, le preguntó quien le podría estar haciendo eso a su esposo y con qué intención, la monja le respondió:
-La intención es matarlo si él no acepta los términos que ella le propuso, también puede ser un él, pero casi siempre a los hombres los trabajan las mujeres.- La esposa le preguntó cómo podían saber quién estaba haciendo algo así, la monja respondió:
-Su esposo lo sabe.- La esposa no daba crédito a lo que la monja decía, si él supiera que algo así pasaba ya hubiera dicho.
-Pregúntele a él quién le está haciendo esto, dígale que ya lo sabe todo- La esposa se acercó a su esposo y al oído le dijo que le dijera quién le estaba haciendo aquello que ella lo sabía todo, él en su agonía la miró triste y aterrorizado, le confesó con voz apagada, por la debilidad que era María, su esposa tuvo que sostenerse de la cama, María era su mejor amiga, él le dijo con su voz apagada, María y yo somos amantes hace 15 años y Julio es mi hijo.
La esposa tuvo que sentarse la monja le ayudó a no caerse.
Le contó a la monja lo que su esposo había dicho, pues la voz de este era tan débil que la monja no alcanzó a escuchar lo que decía, la esposa preguntó que se podía hacer, la monja le dijo que debían ir a la casa de la mujer “María” deberían buscar en un lugar muy oscuro de la casa, lo normal es que hubiese una vela negra y un muñeco, debería traerse ambas y la monja con esto podía revertir el mal, la monja le dijo que cuando tuviera el muñeco y la vela, la buscará en el cementerio central al lado de la capilla, ella siempre estaría ahí para cuando alguien la necesitara.
La mujer de Aristóbulo fue a casa de María, era su mejor amiga y entrar en casa de esta era algo muy común, aunque fue difícil después de saber la maldad de aquella mujer, además era la amante de su esposo y tenía un hijo con él, la saludó amablemente, le preguntó cómo seguía su esposo, la tranquilidad con que le preguntó, le hizo dudar de lo que había dicho la monja, pero no se echó para atrás, tenía que descubrir la verdad, pidió a María el sanitario prestado aunque en la casa había uno social y otro en el cuarto de María, esta pidió el segundo, ya que tenía problemas estomacales y no quería ser escuchada, las dos rieron maliciosamente.
La esposa de Aristóbulo no perdió tiempo
Conocía muy bien aquella casa y a sabía que en el propio sanitario había un pequeño hueco en el techo de la pared, ningún lugar mejor para esconder algo así y a fe que lo encontró, una vela y un feo muñeco, guardó como pudo esto entre su vestido, el muñeco era pequeño pero la vela si era algo grande e incómoda, salió con el deseo de correr al cementerio, pero su amiga la esperaba con un café, como lo hacían siempre que se visitaban.
Fue el café más amargo de su vida.
Como pudo se despidió con la excusa que volvería donde su marido, corrió al cementerio y allí encontró la monja, esta le sonrió alegremente, le dijo que por favor desatará unas cuerdas y sacara unos alfileres que habían en el muñeco, efectivamente tenía dos alfileres en el estómago, dos en el pecho y uno en cada lado, en el pequeño cuello tenía una cuerda que le daba la vuelta.
Mientras la mujer hacía esto pudo ver que el muñeco estaba hecho con ropa interior de su marido.
Después de esto la monja le pidió desbaratar el muñeco y esparcir la tierra en el jardín del cementerio.
Después le dijo que entrara en la capilla y prendiera la vela y con esta misma quemara la tela que quedaba del muñeco, debía dejar la vela en el altar donde las personas van a prender velas por los difuntos, la esposa así lo hizo, cuando salió la monja había desaparecido, le preguntó a varios visitantes pero nadie le supo dar razón, nadie la había visto, le preguntó al sepulturero y este le dijo que se fuera tranquila que la hermana Angela solo aparece cuando se le necesita y al parecer usted ya no la necesita.
La esposa de Aristóbulo corrió al hospital y allí estaba el hombre sonriente se sentía mejor, los médicos no daban crédito a lo que pasaba, Aristóbulo apenado le pidió disculpas, la esposa le dijo que entre los dos todo había terminado, lo dejó sentado en aquella cama.
Cuando llegó a su casa la llamaron para decirle que su amiga María estaba muy mal un dolor en el estómago la hacía gritar de dolor ya habían llegado la ambulancia, la llevarían al hospital general, la esposa de Aristóbulo corrió al hospital de nuevo allí encontró a su amiga en una cama y a Aristóbulo sentado a un lado de ella, le recriminaba por lo que había hecho, pero María sólo lloraba, cuando vio a la esposa, le pidió perdón a ella.
Aristóbulo estaba advertido que sí no reconocía a su hijo ella se lo haría pagar.
Les pidió cuidar de su hijo, el cual había tenido con Aristóbulo, sin decir una palabra más murió, médicamente no supieron explicar que pasó o de que murió, Aristóbulo y su esposa hicieron un pacto mudo, nadie dijo una palabra, después de enterrar a María volverían a vivir como pareja fuera de las cuatro paredes, pero dentro ni se hablaban, el hijo de María viviría con ellos y Aristóbulo le daría su apellido, nadie supo la verdad, todos creyeron que era por la amistad que las unió.
La esposa de Aristóbulo quedó con muchas dudas, ¿por qué murió María y qué quiso decir el sepulturero que Ángela solo aparecía cuando se le necesitaba?, así que una tarde fue a preguntarle, el hombre le dijo que la hermana Ángela era alguien que ayudaba a las personas que estaban siendo afectadas con brujería, a ellos o sus familiares, casi nunca se le veía pero cuando iba por allí, era para salvar a alguien, respecto a la muerte de María él no sabía nada.
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