Relato de terror - En la medianoche
Una noche oscura y tormentosa, la casa abandonada en la colina emitía un aura de misterio y malestar. Sus antiguos dueños habían fallecido en circunstancias inexplicables hace muchos años, y desde entonces se decía que el espíritu vengativo de la familia rondaba sus sombrías habitaciones.
Ramón, un valiente joven de la localidad, se consideraba inmune a las supersticiones y decidió aventurarse en su interior en una medianoche repleta de terror. Armado con una linterna y un cuchillo, estaba decidido a desvelar los secretos ocultos dentro de aquel siniestro lugar.
A medida que Ramón cruzaba el umbral de la casa, una sensación de opresión se apoderó de él. Los suelos crujían bajo su peso y las sombras parecían cobrar vida a su alrededor. El coraje que una vez lo había acompañado ahora comenzaba a desvanecerse. Sin embargo, no retrocedió y siguió adentrándose cada vez más en las profundidades de la morada oscura.
De pronto, una puerta vieja se cerró violentamente detrás de él, dejándolo atrapado en la oscuridad. La tenue luz de su linterna ahora era su única fuente de iluminación mientras continuaba su intrépida trayectoria por los pasillos polvorientos.
Los sonidos inquietantes resonaban en todas direcciones: susurros indescifrables, pisadas invisibles y el ocasional crujido de una puerta antigua. Ramón sentía cómo su pulso se aceleraba y su corazón amenazaba con salir de su pecho. Estaba claro que no estaba solo en aquel lugar macabro.
De repente, un frío intenso recorrió su espalda y una presencia siniestra se materializó frente a él. Era el espíritu de uno de los antiguos dueños de la casa, cuyos ojos parecían contener la furia de mil tormentas. Ramón retrocedió, pero estaba atrapado entre la pared y la amenazante figura. Sabía que su vida pendía de un hilo.
El espíritu alzó su mano espectral y una ráfaga de viento helado envolvió a Ramón. Su visión nublada y su cuerpo entumecido, no podía resistirse a las garras de la muerte. Con cada inhalación, sentía cómo su energía vital se desvanecía.
Pero justo cuando todo parecía perdido, Ramón recordó el cuchillo que llevaba consigo. Con gran esfuerzo, logró desenfundarlo y apuntarlo hacia el espíritu. La hoja resplandeció en la oscuridad antes de atravesar la figura etérea. Un grito horrendo llenó la casa mientras el espíritu desaparecía en una humareda negra.
Con su último aliento, Ramón logró escapar de la morada maldita. Al salir al exterior, encontró la calma nocturna y un alivio sobrecogedor. La casa abandonada volvió a quedar en silencio, y ningún rastro de su escalofriante experiencia permaneció.
A partir de aquel día, Ramón comprendió que las historias de terror pueden no ser solo cuentos de fábula. Hizo un pacto consigo mismo para nunca más poner su vida en riesgo de esa manera, pero el recuerdo de esa noche lo perseguiría para siempre. Era un recordatorio constante de que hay cosas en este mundo que escapan a toda lógica y que no se pueden ignorar.