Mi gata Buttons está luchando por salir del agua. Mi padrastro Alex la sostiene debajo, en el fregadero.
—Cuenta hasta diez, Laura —dice Alex—. Entonces ella puede subir. Y tal vez la próxima vez te acuerdes de limpiar el fregadero después de cepillarte los dientes…
Torpemente trato de secar a Buttons con una toalla cuando Alex finalmente la deja levantarse, pero estoy llorando demasiado como para serle de mucha ayuda.
—Sabes que no creo en golpear a los niños, Laura —dice Alex—. Nunca le enseñas a un niño golpeándolo —dice—. Tienes que hacerlos conscientes de sus errores, para que no los repitan. ¿Verdad?
Odio a Álex. Ojalá mamá no se hubiera casado con él después de la muerte de papá.
Nadie es feliz aquí ahora.
Olvidé cerrar la puerta principal y Alex metió a Pixie, mi periquito, en el congelador.
—Tal vez la próxima vez te acuerdes de cerrar la puerta, si piensas que tu pájaro tiene frío —dice Alex—. Creo que un minuto debería ser suficiente…
La pobre Pixie parece atónita cuando se acaba el minuto. Pronto vuelve a estar bien, pero me siento fatal.
Mami se queda en su cuarto, tomando sus pastillas y bebiendo. Ella también le tiene miedo a Alex.
Alex dice que si se lo digo a alguien, se llevarán a mis mascotas y probablemente las pondrán a dormir.
—Probablemente estarían mejor muertas de todos modos, que en propiedad de una niña tan irresponsable como tú —me dice Alex, después de hacerme ver a mi pez dorado Sunny retorcerse en la alfombra durante un minuto. Esto se debe a que obtuve una mala boleta de calificaciones.
Nunca le enseñas nada a un niño golpeándolo
Anoche, Alex quemó la pata delantera de Buttons con su encendedor. Solo un poco, pero esta mañana cojea, y empiezo a pensar que Alex tiene razón, mis mascotas estarían mejor muertas que conmigo. Soy demasiado irresponsable.
Me odio a mí misma.
Espero hasta que Alex se va al trabajo, luego pongo Buttons en mi mochila, lo suficientemente abierto para que ella pueda respirar. Bajo la jaula de Pixie y pongo a Sunny en un frasco con tapa. Empiezo a caminar, las ocho cuadras hasta la comisaría.
Estoy tan asustada. ¿Me meterán en la cárcel? Le hacen eso a la gente que no cuida a sus mascotas, a veces….
Un coche de policía se detiene detrás de mí, incluso antes de que llegue a la estación.
—¿Necesita ayuda, señorita? —pregunta el policía, y veo que tiene un perro policía atrás—. Ese es Indy —sonríe—. Él no le hará daño a nadie a menos que yo también se lo diga. ¿Quieres ayuda?
Estoy tan avergonzada de dejar que mis mascotas salgan lastimadas, ¡todo es mi culpa!, pero decido contarle todo.
No puede empeorar las cosas.
Y pronto, después de decírselo, creo que tal vez, solo tal vez, las cosas mejoren…