Había una vez un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques oscuros, donde la gente vivía en paz y armonía. Sin embargo, cada año, cuando llegaba la temporada de carnaval, algo extraño sucedía.
Un carnaval decrépito y abandonado emergía de la nada al anochecer. Sus viejos puestos de comida y atracciones de feria se alzaban siniestros y desgastados bajo la luna llena. Nadie sabía cómo ni por qué, pero todos sabían que aquel carnaval estaba maldito.
Cuentos de sucesos extraños y desapariciones rodeaban la historia del carnaval. Se decía que las risas en sus atracciones siempre sonaban huecas y macabras. Aquellos que se aventuraban a entrar en el recinto abandonado nunca volvían a ser vistos.
Una noche, dos amigos llamados Marcos y Lucas decidieron desafiar el terror y descubrir qué había detrás de aquel misterioso carnaval. Sin importarles las advertencias de los aldeanos, se adentraron en la oscuridad cuando las primeras estrellas empezaron a brillar en el firmamento.
A medida que se acercaban, podían escuchar el suave murmullo de una música antigua y perturbadora. Luces parpadeantes y débiles se asomaban entre los árboles, iluminando un camino oscuro hacia el carnaval. Los amigos se estremecieron, pero su curiosidad era más fuerte.
Al ingresar al recinto, se encontraron con una escena espeluznante. Los puestos de comida desvencijados y abandonados eran ahora monstruosos fantasmas de lo que alguna vez fueron. La música se oía distorsionada y fantasmagórica, como si saliera de un mundo subterráneo.
De repente, una figura sombría y encapuchada apareció frente a ellos. Era el dueño original del carnaval, cuyos tratos oscuros habían llevado a la maldición que ahora envolvía aquel lugar. Sin decir palabra, extendió su mano hacia el par de amigos, invitándolos a un último juego macabro.
Los jóvenes se miraron, sabiendo que esto podría ser su fin, pero no podían resistirse a la tentación de vivir una experiencia única de terror. Aceptaron la oferta y se internaron en el carnaval maldito.
Con cada paso que daban, el entorno se volvía más distorsionado y aterrador. Las risas resonaban en sus oídos, pero no podían ver a nadie a su alrededor. A medida que avanzaban, iban perdiendo la noción del tiempo y los sentidos.
Finalmente, llegaron al epicentro del carnaval, donde una noria oxidada y gigantesca giraba en perpetuo movimiento. El dueño los esperaba allí, sonriendo de forma siniestra. Reveló que solo uno de ellos podría salir con vida y volver al pueblo.
Marcos y Lucas se lanzaron a una batalla desesperada por la supervivencia. Durante lo que pareció una eternidad, lucharon, se golpearon y se resistieron a las artimañas del dueño maldito del carnaval.
Finalmente, un último golpe decidiría el destino de los amigos. El dueño desapareció y dejó a ambos jóvenes debatiéndose. Cuando la lucha cesó, solo uno de ellos permaneció de pie.
Lucas fue quien sobrevivió y regresó al pueblo. Aunque nunca olvidaría la espeluznante experiencia vivida en aquel carnaval decrépito al anochecer, juró guardar el secreto y nunca contar la historia a nadie. Sintió que era su deber proteger a los demás del mal que acechaba en aquel macabro lugar.
El carnaval maldito nunca volvió a aparecer en el pueblo, pero la historia y la advertencia se transmitieron de generación en generación. El pueblo perduró en paz, sabiendo que el mal seguía ahí fuera, esperando su próxima oportunidad para manifestarse.