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El demonio de las rosas

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El mal acecha entre las flores

En un pequeño pueblo rodeado de campos de rosas, se rumoraba la existencia de un ser maligno que habitaba entre las flores. Se decía que El demonio de las rosas era un ente oscuro y siniestro, cuya presencia estaba marcada por un inconfundible aroma a rosas podridas.

El aroma del terror

Los lugareños evitaban pasar cerca de los campos de rosas por temor a encontrarse con el demonio. Se contaba que aquellos que osaban acercarse eran presa de terribles pesadillas y misteriosas desapariciones. Se decía que el demonio se alimentaba de la pureza de las rosas, corrompiéndolas con su maléfica presencia.

La leyenda macabra

Una antigua leyenda relataba que El demonio de las rosas había sido en vida un jardinero obsesionado con la perfección de sus flores. Al morir en extrañas circunstancias, su espíritu quedó atrapado en el campo de rosas que tanto amaba, condenado a vagar eternamente entre las espinas y los pétalos marchitos.

La maldición de las rosas

Se decía que aquellos que se atrevían a desafiar al demonio y arrancar una de sus rosas, caían presa de una maldición que los perseguiría por el resto de sus días. Las rosas robadas se marchitaban en cuestión de horas, volviéndose negras como el alma del demonio que las protegía.

El pacto infernal

Se rumoreaba que El demonio de las rosas ofrecía a los desesperados la oportunidad de conseguir lo que más anhelaban, a cambio de un precio demasiado alto. Los que sucumbían a la tentación eran embrujados por el demonio, condenados a servirle por toda la eternidad.

El jardín de las almas perdidas

Los campos de rosas donde habitaba el demonio se convirtieron en un lugar de culto para los seguidores de lo oculto. Se construyeron altares y ofrendas en honor al ser maligno, en busca de su protección y favor. Los más temerarios se aventuraban a invocar al demonio, en un intento desesperado por obtener sus oscuros dones.

La sombra de la muerte

A medida que pasaban los años, el pueblo se sumió en una oscuridad cada vez más profunda. Las rosas marchitas se extendían como un manto de luto, ahogando la esperanza y la alegría de los habitantes. Se decía que El demonio de las rosas había sellado un pacto con la muerte misma, condenando al pueblo a una existencia eterna en la sombra.

La advertencia final

Aquellos que se aventuraban cerca de los campos de rosas eran advertidos por los ancianos del pueblo: no desafíes al demonio, no te acerques a las rosas marchitas, no caigas en la tentación de sus promesas. El mal acechaba en cada rincón, esperando con ansias a aquellos que osaban desafiarlo.

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