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Ellos vinieron desde el ático

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La oscuridad envolvió el desolado pasillo cuando dos hermanitas, Lucy y Emily, dieron un paso adelante con cautela. Siempre les habían fascinado los misterios que rodeaban su antigua casa victoriana, pero esa noche en particular, su inocente curiosidad los llevaría a una pesadilla más allá de la imaginación.

El débil sonido de la risa resonó en el aire, haciéndose gradualmente más fuerte con cada paso que daban las chicas. La excitación nerviosa les hormigueó la columna vertebral, impulsándolos hacia la fuente de la inquietante melodía. Cuando entraron a la sala, sus ojos se abrieron con horror.

Ante ellos había un grupo de niños, pero sus cabezas no eran más que cráneos huesudos y sombríos. Las cuencas de los ojos vacías miraban fijamente mientras la carne podrida se aferraba a sus estructuras esqueléticas. Con cada momento que pasaba, más niños con estas apariencias aterradoras emergían de las sombras, descendían las escaleras y emergían del ático.

Las niñas se quedaron paralizadas de terror, pero los niños con cabezas esqueléticas les hicieron señas para que se acercaran, con sus dedos huesudos curvados hacia adelante con intenciones maliciosas. La curiosidad se transformó en miedo cuando las hermanas se sintieron atraídas por estas inquietantes figuras en contra de su mejor juicio.

Los niños con cabezas esqueléticas eran eternamente jóvenes, pero tenían los rasgos sombríos de la muerte. Su risa provocó escalofríos en la columna de las hermanas mientras se acercaban, sus diminutos pies apenas hacían ruido sobre el suelo de madera. Lucy y Emily dudaron, pero el siniestro encanto de estos compañeros fantasmales las cautivó.

Oscuros susurros llenaron el aire mientras las voces huecas de los niños prometían una versión retorcida del tiempo de juego. La inocencia chocó con la malevolencia y las mentes de las hermanas dieron vueltas con emociones encontradas. Las preguntas plagaron sus jóvenes mentes; ¿estaban aquí estas apariciones para jugar o para consumir sus almas?

Con mano temblorosa, Lucy extendió la mano para tocar una de las cabezas esqueléticas. El escalofrío tangible que recorrió su cuerpo envió temblores por su columna, haciendo que se le quedara el aliento en la garganta. El contacto rompió la barrera entre los vivos y los muertos, poniendo en marcha acontecimientos que atormentarían sus vidas para siempre.

Juntas, las hermanas jugaban en la oscuridad iluminada por la luna. A pesar de su miedo, se formó un vínculo peculiar entre las niñas y los niños con cabezas esqueléticas. Los momentos de risa estuvieron teñidos por ecos de lo inimaginable, y las hermanas quedaron atrapadas en una retorcida danza entre la vida y la muerte.

A lo largo de la noche, los límites entre la realidad y la pesadilla se difuminaron. Los pasillos que alguna vez estuvieron vacíos resonaron con los gritos alegres de los niños que habían desaparecido hace mucho tiempo, creando un paisaje sonoro inquietante que ya no resultaba familiar para las hermanas. Cuanto más interactuaban Lucy y Emily con sus compañeros esqueléticos, más se alejaban del reino de los vivos.

A medida que se acercaba el amanecer, una brisa etérea recorrió la habitación, llevando una melodía lúgubre que presagiaba una conclusión inevitable. Los niños esqueléticos se retiraron al ático y sus risas se desvanecieron en la distancia. La casa quedó en silencio una vez más, dejando a las hermanas solas para lidiar con los inquietantes recuerdos de esa noche desgarradora.

La experiencia había cambiado para siempre a Lucy y Emily. La alguna vez inocente creencia en lo sobrenatural ahora se mezcló con precaución y miedo. Los niños esqueléticos les habían mostrado un lado de la existencia que debería haber permanecido oculto, dejando a las hermanas con una profunda sensación de inquietud que persistiría en cada momento de su vigilia.

En los años siguientes, las dos hermanas nunca volvieron a poner un pie en el ático. Sin embargo, en la quietud de la noche, cuando la luna arroja su espeluznante resplandor sobre el mundo, los inquietantes ecos de la risa esquelética se filtrarían a través de las paredes, recordándoles el aterrador encuentro que los mantendría para siempre atados al reino de lo desconocido.

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