Una ocasión, Rubén le dijo a su mujer que de verdad necesitaban un descanso de todo el ajetreo en sus vidas. Amaban a su hijo profundamente, pero el cuidar de un niño pequeño puede llegar a ser una tarea realmente extenuante. Tenían muchas ganas de visitar la ciudad y pasar una agradable velada juntos, así que, para poder salir a relajarse un poco, consiguieron a una niñera muy recomendada por sus vecinos.
Cuando la niñera llego, el pequeño Jonathan ya se encontraba durmiendo. Así que se aseguro de que todo estuviera en orden, echo seguro a las puertas y se dispuso a leer un poco.
Pasado un rato estaba completamente aburrida, por no decir harta de su lectura, y decidió ir a la sala para ver un poco de televisión.
Para su mala suerte, en el televisor de la sala los padres de Jonathan habían bloqueado los mejores canales, no querían que su hijo viera basura televisiva. Por lo que decidió entrar a la habitación de los señores para usar el televisor de allí, por respeto llamo a Rubén a su móvil para pedirle permiso, Rubén lo aprobó de inmediato pues deseaba continuar con sus cortas vacaciones, pero antes de colgar la niñera menciono algo que lo dejo helado.
-Una cosa más señor, ¿puedo tomar una sabana para cubrir la estatua que tienen aquí en su habitación? Es un poco tenebrosa y la verdad me incomoda mucho.
Rubén se quedó en silencio un momento hasta que de golpe le dijo;
-Toma a Jonathan y corran afuera de la casa… llamare ahora a la policía, ¡nosotros no tenemos ninguna estatua!
