La maldición
 
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La maldición

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La maldición  Karen y Frank estaban muy felices paseando por la 5ª Avenida de New York. Le acababan de dar una muy buena noticia, iban a ser padres. Llevaban poco tiempo casados, pero lo estaban buscando intensamente, siempre pensaron que era mejor tenerlos jóvenes.

Charlaban animosamente cuando inesperadamente una mujer extraña agarró a Karen por el brazo.

– Cómprame una rosa

A Karen nunca le gustaron los vendedores ambulantes, los consideraba a casi todos unos maleantes. Las vestimentas de esta extraña mujer no ayudaron a que pensara de otra manera. Llevaba un pañuelo rojo en el pelo a modo de diadema con un broche, justo en el centro, del que pendía una perla bastante considerable.

La maldición

La maldición

De sus orejas colgaba un conjunto de aros de distintos tamaños, color cobre rojizo y al cuello collares que le cubrían desde la nuez hasta el pecho. La ropa era muy colorida y le llegaba hasta los pies. No era ni joven ni vieja.

Claramente era una zíngara, una gitana de Europa central, de Hungría, si afinamos más.

– No me gustan las flores -mintió Karen por ser educada-

La zíngara la miró con desagrado, pero no desistió.

– Pues déjame que te lea el porvenir en tu mano.

– No creo en supercherías.

Karen tiró de la mano de Frank para continuar su camino, pero la zíngara la volvió a agarrar del brazo.

– ¿No quieres saber como le va a ir a tu bebé?

Karen y Frank se miraron con extrañeza, pero Karen se enfadó con la zíngara y le quitó la mano del brazo con brusquedad.

Aligeraron el paso, como si quisieran huir de la gitana.

Esta, los miró enfurecida y les lanzó una maldición:

– ¡Vadállatod lesz! ¡vadállatod lesz!

Karen volvió la cabeza hacia atrás y poniéndose un dedo en la sien le indicó que estaba loca. La zíngara se rio a carcajadas y seguía repitiendo:

– ¡Vadállatod lesz! ¡Vadállatod lesz! ¡Vadállatod lesz!

Pasado un tiempo, la barriga comenzó a engordar, más de lo normal para el tiempo de embarazo que llevaba. De vez en cuando, el bebé se movía de forma violenta, incluso agresiva, a veces, oía como un gruñido dentro de ella, se lo decía a Frank y él se reía diciéndole que eran imaginaciones de ella.

Cada vez que iba al ginecólogo, le costaba ver al bebé en el ecógrafo, ocupaba inexplicablemente todo el útero y apenas si se distinguía forma humana.

El médico le decía que todo estaba bien, que las constantes y la analítica parecían perfectas, pero ella no le creía, sentía que lo que tenía adentro no era un bebé.

Un día saliendo del médico, en la 5ª Avenida, recordó a la gitana y recordó que le lanzó una maldición. Recordó vagamente sus palabras.

– “vallatod less” “vollatod ness” -dijo en voz alta- No lograba recordar las palabras exactas.

Justo a unos metros de donde estaba pudo ver un letrero de una tienda agnóstica y sin pensárselo entró.

– Buenos días

– Buenos días -le contestó una chica que curiosamente iba vestida muy parecido a la zíngara que se encontró en los alrededores.

– Le voy a hacer una pregunta que le resultará un tanto extraña. Hace unos meses pasé por aquí y me abordó una mujer algo mayor que usted. Vestía algo parecido a lo que usted lleva puesto hoy. Me quiso vender una rosa y no quise, me quiso leer la mano y tampoco quise, se enfadó mucho y me dijo unas palabras que no recuerdo muy bien. Me gustaría decirle lo que recuerdo para ver si me lo puede traducir.

Le volvió a repetir las palabras como ella las recordaba.

– Vallatod les o vollatod ness… o algo similar.

La joven zíngara se quedó pálida, le miró el vientre a Karen y luego la miró a la cara sin saber que decirle.

– ¿Y bien? -preguntó Karen-

– Señora, no sé…

– Por la cara que ha puesto me parece que sí sabe. Por favor, dígame que significa, sea lo que sea.

– Vadállatod lesz

– ¡exacto! Justo eran esas palabras

– Señora, piense que las cosas se dicen por decir, más cuando se está enfadado.

– Que significa -le dijo con la voz más alta y de una forma imperativa.

– Literalmente significa “tendrás una bestia” -y miró de nuevo al vientre de Karen-

Karen se quedó muda.

Se dio la vuelta y salió de la tienda como una autómata. Todo el camino de regreso hasta casa, se fue preguntando como aquella mujer pudo saber que estaba embarazada.

Frank acababa de llegar del trabajo y cuando la vio entrar supo que algo pasaba. Lo primero que pensó fue en el bebé, que algo le ocurría.

– Cariño, ¿está todo bien?

– No, nada está bien

Karen le contó a Frank lo que le había dicho la muchacha de la tienda y le explicó de nuevo todas sus inquietudes. Le dijo que llevaba algo malo en su barriga. Frank se enfadó, estaba harto de oírla decir bobadas y así se fueron a la cama, enfadados.

Esa misma noche, Karen, se despertó con un fuerte dolor en la barriga, cuando se levantó, comprobó que las sabanas estaban manchadas de sangre. Corrió de inmediato al cuarto de baño pensando en que había abortado.

Sin embargo, lo que vio cuando se miró al espejo la aterrorizó.

Su vientre se estaba abriendo, tenía una raja que le bajaba desde el ombligo y de ella estaba saliendo una mano peluda y puntiaguda. Gritó con todas sus fuerzas, pero nadie la oyó, la mano la agarró del cuello y la estranguló hasta morir. Del cuerpo inerte de Karen, surgió un ser monstruoso, tenía rasgos humanos, pero también de lobo.

La bestia se dirigió al dormitorio, donde Frank dormía sin saber lo que se le venía encima. La bestia saltó sobre él y lo comenzó a atacar, Frank despertó, pero solo para comprobar que su mujer tenía razón, mientras lo pensaba, el monstruo le mordió la garganta hasta que se desangró.

Después de matarlo, la bestia huyó de la casa y se perdió en medio de la noche.

Cuando encontraron los cuerpos de Karen y Frank, nadie se explicaba lo que le podía haber pasado a esa pobre pareja, los encontraron casi descuartizados y su única pista era una nota en la pared, encima de la cama, escrita con sangre: “no era un niño”

AUTOR: VICENTE TAJUELO CAMINO

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