Había una vez en un pequeño pueblo, un convento abandonado al pie de una colina. Cuentan que dentro de sus paredes desoladas, se escondía un espíritu maligno que aterrorizaba a todo aquel que se atreviera a entrar. Los habitantes del pueblo lo llamaban "La monja decadente".
Durante el día, el convento lucía tranquilo y en ruinas, pero cuando caía la noche, los lugareños decían oír susurros y lamentos provenientes del interior. A pesar de las advertencias, unos jóvenes decidieron explorar el misterioso lugar.
La leyenda decía que la monja había sido condenada por practicar artes oscuras y hacer pactos con el diablo. Su alma, atormentada por sus malvados actos, quedó atrapada en el convento después de su muerte. Algunos afirmaban haberla visto vagando por los oscuros pasillos, vestida con sus ropas desgastadas y su rostro cubierto por una capucha negra.
Los valientes jóvenes, ansiosos por desafiar su suerte, decidieron adentrarse en la misteriosa morada. Uno a uno, cruzaron la puerta destartalada y se encontraron con un interior tenebroso y lleno de decadencia. La atmósfera estaba cargada de un aire frío y la sensación de ser observados.
Mientras exploraban los pasillos, un escalofrío recorrió sus cuerpos al escuchar una risa diabólica seguida de susurros incomprensibles. La tensión era palpable y el miedo comenzó a apoderarse de ellos. De repente, una figura sombría emergió de las sombras. Era la monja decadente. Su rostro pálido y sus ojos vacíos aterrorizaron a los jóvenes, quienes intentaron huir desesperadamente.
Pero la monja los persiguió implacablemente, apareciendo en cada esquina del laberinto de pasillos oscuros. Su presencia infernal llenaba el lugar de terror y desesperación. Los jóvenes se encontraron atrapados en una encrucijada, sin salida aparente.
Finalmente, se dieron cuenta de que la única forma de escapar era enfrentar a la monja. Se reunieron en un círculo y recitaron una antigua oración de protección. La monja, frenética y llena de ira, fue empujada hacia atrás por una fuerza misteriosa.
Cuando creyeron que el peligro había pasado, notaron que la monja no desaparecía, sino que se debilitaba lentamente. Parecía estar implorando piedad antes de desvanecerse en la oscuridad. Los jóvenes, temblorosos y aliviados, lograron abandonar el convento.
Desde entonces, los jóvenes nunca volvieron a ser los mismos. Sus rostros reflejaban el horror vivido en aquel convento abandonado. Y aunque el pueblo intentó olvidar la existencia de la monja decadente, la leyenda prevaleció, asegurando que su espíritu aún merodea por aquel lugar, esperando a que alguien desafíe su retorcida presencia una vez más.
Si estás pensando en aventurarte a descubrir la verdad detrás de la monja decadente, piénsalo dos veces, porque dicen que sus demonios son más poderosos que nunca y su maldición aún acecha al valiente.