En medio de la noche, cuando el silencio envuelve la habitación y las sombras se alargan, ella duerme profundamente. Su respiración es lenta y tranquila, mientras su cuerpo yace inmovilizado en la cama. Pero lo que no sabe es que, mientras ella duerme, algo oscuro y maligno se acerca sigilosamente.
Una presencia invisible se desliza por la habitación, moviéndose con una agilidad sobrenatural. Sus ojos brillan en la oscuridad, llenos de malicia y deseo. Se acerca cada vez más a la durmiente, susurros siniestros llenan sus oídos, como un viento gélido que emana de lo desconocido.
La figura se agacha cerca de la cama, observando a la mujer dormida con una mezcla de fascinación y perversión. Sus dedos fríos acarician su rostro suavemente, como si estuvieran explorando cada milímetro de su piel con avidez. Un escalofrío recorre el cuerpo de la mujer, pero ella permanece inconsciente de la presencia que la acecha en la oscuridad.
De repente, la figura se inclina sobre ella, su aliento frío y putrefacto roza su cuello desnudo. Un grito ahogado escapa de los labios de la mujer, mientras sus ojos se abren de par en par en un gesto de terror absoluto. La figura sonríe, mostrando dientes afilados y retorcidos, una mueca grotesca que congela la sangre en las venas.
En un instante, la mujer despierta de su pesadilla, sudorosa y temblando. Pero al mirar a su alrededor, se da cuenta de que la oscuridad sigue presente, acechando en cada rincón de la habitación. Mientras ella duerme, el mal permanece vigilante, esperando el momento oportuno para volver a atacar.