La inocencia de mi hija, me hizo cavar una tumba para su gato félix, le puse su cruz y oramos para pedirle al Señor de los animales que lo llevara a sus verdes prados a disfrutar de un merecido descanso.
Ambos nos fuimos a casa, ella triste por su gato, yo triste por ella, pero la vida, tiene que continuar, así que trate de hacerle ver que era natural morir. Al pasar los días, la veía reír por las noches, cuando iba a verla, se quedaba callada, y se hacía la dormida, no me preocupe al principio, hasta que se hacía más continuo oírla despierta y riendo, entonces me acerqué a la puerta de su cuarto y pude escuchar que dijo ella:
-Shhhh, me parece que escuché venir a mi papá.
Me quedé quieto, aguantando la respiración, hasta que volvió a reír mientras decía:
-No sabes cuanto extrañaba platicar jugar contigo felix.
Entonces entre de golpe y lo vi ahí, al gato felix, con un rostro siniestro, mire a mi hija quien me miraba también de manera siniestra, me salí del cuarto, recordé que el gato felix y mi hija murieron el mismo día, cuando un perro atacaba a su gato y mientras ella intentaba defenderlo también fue agredida por aquel animal, dejando a ambos destrozados junto con mi corazón y mi fragmentada mente, que los sigue viendo en casa……. Después de muertos.
Prefiero ver deambular sus espectros en casa, que visitar esa maldita tumba donde están los dos.
“imposible olvidar a quien mucho se ha querido , pero mientras se les siga amando, jamás morirán”
Créditos a su autor
