Cuando las puertas se abrieron con un chirrido, un hedor pútrido llenó el aire. El animado salón de clases ahora parecía la escena de una pesadilla. Filas de cuerpos pequeños y podridos se desplomaron sobre sus escritorios, con la carne pálida y en descomposición desprendiéndose de los huesos. Las cuencas de los ojos oscuras y vacías brillaban con un malévolo resplandor rojo, iluminando inquietantemente la habitación.
Las paredes estaban adornadas con telarañas, mientras que una gruesa capa de polvo cubría el pizarrón, oscureciendo cualquier resto de las lecciones que solían aprender. Los libros yacían esparcidos por el suelo, con las páginas rotas y amarillentas. Los dibujos que alguna vez fueron vibrantes y coloridos en las paredes ahora estaban retorcidos y distorsionados, reflejando el terrible estado del salón de clases.
Un silencio inquietante envolvió la habitación, sólo roto por ocasionales gemidos de dolor y tristeza que resonaban en el aire. Los niños, o lo que quedaba de ellos, permanecían inmóviles en sus pupitres, con las mejillas hundidas y las expresiones vacías delatando cualquier atisbo de humanidad que pudiera haber quedado. Uniformes podridos colgaban sueltos sobre sus esqueletos, restos de los uniformes que alguna vez usaron con tanto orgullo.
Era como si el tiempo se hubiera congelado en este reino de pesadilla, donde la inocencia había sido reemplazada por la oscuridad y la decadencia. Los estudiantes zombificados, que alguna vez fueron estudiantes ansiosos, ahora solo tenían hambre de mentes y almas frescas. Sus ojos rojos y brillantes se fijaron en cualquier alma desprevenida que se atreviera a entrar, esperando la oportunidad de saciar su hambre interminable.
Esta aula se había convertido en una prisión macabra para almas perdidas, un testimonio de los horrores que pueden consumir incluso los lugares más inocentes. Sirvió como un escalofriante recordatorio de que no todo lo que parece normal es lo que parece y que, a veces, los monstruos más aterradores son los que alguna vez fueron como nosotros.