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Un encuentro infernal

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admin
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Esa mujer me traía loco por ella, mas que amarla la idolatraba, para ir a visitarla debía cruzar un puente colgante, puente del cual se contaban muchas historias ya que era muy viejo y había visto pasar muchas personas y animales, se contaban que se veían fantasmas, brujas y se escuchaba un niño llorar.

Muchas veces pasé dicho puente, pero siempre en horas del día, nunca me había tocado cruzarlo en la noche y no es que sintiera miedo de hacerlo, solo que el padre de mi diosa amada, no permitía que me quedara allí hasta llegar la noche, este decía que la oscuridad se presta para las cosas del diablo, en pocas palabras nos cuidaba de quedarnos solos, pero un sábado que fui a visitarla mi suegro se había ido para el pueblo.

Ella y su madre creían que esa noche no volvería, así que me permitieron quedarme un poco mas de lo normal, eran casi las diez cuando los cascos de un caballo resonaron en la entrada principal, mi amada con el temor que le tenía a su padre me hizo saltar por la ventana, rodee el patio de llegada para no ser descubierto por mi suegro, lo podía ver en su caballo a la distancia no podía reconocerlo, pero no me iba a ponerme de intrépido a tratar de verlo bien.

Por unos arbustos me dejé caer y fui a dar al camino principal.

Seguí caminando hasta llegar al puente, cuando empiezo a cruzarlo, veo una sombra en medio de este , me santigüo y rezo el padre nuestro, no podía regresar sería ponerme una soga al cuello, al fijarme bien puedo ver que solo es una mula que a lo mejor se salió de algún potrero, le voy a decir, arre mula para que siga su camino, cuando algo que ve, o siente, la hace pararse en sus patas traseras y correr como enloquecida, yo quedo ahí en medio del puente sin saber que ocurre o que vio la mula.

La noche es fresca y oscura, sin mas sigo cruzando, este empieza a mecerse como si varias personas saltaran en el, pero no hay nadie, me aferro a una de las barandas no quiero caer al río, al vaivén del puente se suman varias risas ; risas mas que burlonas, tenebrosas, un viento frío llena el puente las risas y el mover del puente se hacen mucho mas fuertes, me mareo creo que no puedo resistir, estoy aterrado y mi cabeza da vueltas , vomito copiosamente, la verdad no he visto nada, pero con lo que escucho es suficiente para sentirme aterrado, una de las risas sobresale de las otras y se convierte en un grito chillón y molesto, me tapo los oídos y caigo en las tablas del puente y pienso que sea lo que Dios quiera.

Estoy ahí tirado, cuando escucho los pasos de un caballo en el puente.

Las risas y el grito han terminado, agachado rezo en silencio, pienso que la muerte a llegado por mi, cuando una voz que aunque respeto mucho, me hace sentir mejor, me dice.

¿Qué le pasa hombre?

Me vuelve el alma al cuerpo, es mi suegro que va para su casa, la verdad no recuerdo que le dije, solo tengo presente que le palmotee la pierna, algo que nunca había hecho y le di las gracias, el siguió camino a casa y yo a la mía, pero antes de terminar de pasar el puente, volví a escuchar los cascos de un caballo, pensé que era mi suegro y volví la mirada con una sonrisa en los labios, sonrisa que se desdibujo de inmediato, no era mi suegro, era el caballo que me había hecho huir de donde mi amada, mi temor no era por ver un caballo y su jinete.

Algo muy común por estos lados.

El caballo y su jinete eran negros por completos, pero el caballo no corría a pesar que sus cascos resonaban, este iba a unos centímetros del las tablas, sus ojos eran rojos como el fuego y de su boca salía una bocanada de humo, del jinete nada puedo decir, porque tenía una capa que lo cubría por completo, caí de rodillas y espere la embestida de semejante aparición.

Cuando llegaron a mi altura un viento caliente, tan caliente como el agua de la ducha me cubrió por completo, pero el animal no me arrolló, simplemente desapareció con su jinete dejando el ambiente de la noche caliente, tanto como si estuviera al lado de una gran fogata, sin pensar en mas nada hui a casa; al día siguiente que volví donde mi amada le pregunté por el extraño jinete que me había hecho huir , me dijo que no era nadie, ella y su madre salieron a recibir a quien pensaban que era mi suegro, pero no había nada, ni nadie, solo los dos perros metidos bajo la mesa muertos de miedo.

Algo en lo que no había caído en cuenta hasta ese momento.

Es que cuando hui de la casa escuché los perros chillar, pero no de alegría como cuando llega su amo, lo hacían asustados como cuando ven un animal mas grande que ellos y los puede atacar, por su parte mi suegro no dijo haber visto nada, solo le dijo a mi amada que me había encontrado en el puente ebrio, tal vez venía donde otra, que me tendría entre ojos, a el nunca se le contó lo vivido por mi , tendríamos que contar todo.

Créditos: Alex Moralex Gómez

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