El paciente 142
 
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El paciente 142

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admin
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Me sucedió cuando estuve hospitalizado. Me sentía prisionero en ese enorme edificio, realmente no me gustaba estar ahí.

Una de esas tantas noches de insomnio me levanté a observar hacia afuera. Las brillantes luces de la ciudad iluminaban mi cama. Era el paciente 142. Uno entre los cientos de personas encerradas en ese lugar.

A lo lejos podía ver el mar, los lugares donde había estado disfrutando de la vida; añoraba esos buenos tiempos donde la salud me sonreía.

En el pasillo las enfermeras iban y venían, llevaban pastillas, atendían pacientes, cambiaban sueros. Los pobres enfermos solían ponerse más graves durante la madrugada.

Podía percibir un permanente silencio proveniente de afuera. La ciudad entera dormía. Fue cuando observé que una paciente se estaba acercando hasta mí. Era tan joven y hermosa.

“Cómo es posible que viéndose tan sana y radiante estuviese internada en aquel lugar tan deprimente” -pensé.

Arreglé mi bata blanca.

La muchacha se puso frente a mí.

-¿Tú qué tienes?

A quemarropa me hizo aquella pregunta sin siquiera presentarse o saludar.

-Nada. Los doctores no saben qué me pasa- respondí.

Hacía varias semanas que no hablaba con nadie. Mis familiares ni siquiera habían ido a visitarme, a duras penas los doctores

pasaban por mi cama, hablaban entre ellos, se preguntaban y se respondían cosas que yo no entendía. Todos y cada uno concentrados en lo suyo. Allí dentro habían dos prioridades, unos querían sanar, otros hacer bien su trabajo, nada más.

Pensé devolverle la pregunta a aquella chica, pero no, aún conservaba algo de prudencia. A pesar de estar propenso a morir, como lo estaban cualquiera de los otros pacientes, mantenía mis modales y formas.

-Intenté envenenarme- dijo ella.

Giró la cara, miró hacia arriba, en dirección al fluorescente que empezó a parpadear de forma intermitente y descontrolada.

En ese momento descubrí que un doctor nos observaba desde el fondo del pasillo. Ella también lo observó.

Algo avergonzado del silencio que se estaba generando le pregunté su edad.

Tenía veinte años. Sus padres la habían dejado ahí y se habían marchado a atender los asuntos de la casa.

En el cuarto del fondo se escuchó un grito. En ese momento una persona salió corriendo, gritaba desesperada, buscaba la ayuda de un doctor. El doctor entró a aquel cuarto. Las enfermeras entraban y salían a toda prisa. Segundos después observé que las enfermeras dejaron de correr. El doctor salió lentamente, con la vista baja al suelo, con el rostro muy serio y preocupado.

Entonces hubo un silencio, luego un llanto grupal. Varias personas se lamentaba la muerte de su familiar.

Volví la vista en dirección a la chica que me acompañaba, pero ella ya no estaba. Había desaparecido. Centré mi atención en aquel pasillo que de pronto pareció hacerse más largo y oscuro.

Observé la ciudad nuevamente, lancé un suspiro cargado de nostalgia y caminé de regreso a mi cuarto. Fui observando hacía dentro de los otros cuartos. Empecé a pensar en la chica que había visto, y se me ocurrió que talvez aquella chica era el espíritu de alguna fallecida, quizá un alma despidiéndose de este mundo por última vez y había ido a conversar conmigo.

En una camilla sacaban el cadáver de alguien cubierto por una sábana. Temblé de miedo ante la posibilidad de que talvez yo correría pronto con la misma suerte. Talvez, pero aún me sentía saludable y vivo. “No esta noche” – me dije- “no esta noche”.

Y seguí avanzando por el pasillo.

Volví a mi cama. Quise platicarle el suceso a alguien, pero todos dormían.

En la cama de al lado podía ver a un paciente que permanecía en coma desde hacía varios días. Su cama estaba totalmente rodeada por cortinas plásticas. Apenas pude ver a su acompañante, dormía profundamente, con su cabeza posada al filo de la cama, vencida por el sueño y el frío de la madrugada.

Me acosté y me cubrí de pies a cabeza con las sábanas, tratando de hacerle frente al frío. Entonces me dormí. Varias veces abrí mis ojos, y entre el sueño y la vigilia pude ver a doctores yendo y viniendo, a enfermeras con sueño tratando de hacer bien su trabajo.

La ventanilla que daba a mi cuarto se veía cada vez más iluminada. La luz fue haciéndose enorme y de entre toda esa luz apareció el rostro de aquella chica. Esa fue la segunda vez que la vi. Me observó por un largo rato, se quedó allí viéndome dormir. Luego se marchó.

Yo desperté en ese mismo instante.

Me calcé rápidamente las zapatillas y fui detrás de ella.

Pude ver nuevamente que era muy joven y hermosa. Su cabello negro y largo descansaba sobre toda su espalda, tapando casi toda su bata blanca, la chica resplandecía incluso más que la misma bata.

Se volteó.

-Ya era hora de que vinieras- me dijo.

Yo supuse que talvez me había confundido con otra persona. Entonces la alcancé en el pasillo, me puse a su lado y le pregunté…

– ¿Me conoces?-

-Si- respondió. -Ven conmigo-

Me tomó la mano. Estaba realmente muy helada. Abrió la puerta que conectaba con las escaleras de emergencia de la planta más alta del hospital.

-Mira- me dijo. Dirigió mi rostro suavemente con su mano hacia abajo.
25 pisos nos separaban del nivel del suelo. Yo siempre le temí a las alturas.

Abajo, me pareció ver a una mujer acostada en el piso, con los brazos abiertos.

Continuará…

Escrito por VladimirAR

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