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La vieja del armario

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Está leyenda transcurre en el año 1989.

La Señora Dulce María Hernández tenía a su cargo un hogar sustituto en la ciudad de México, se llamaba Hogar dulce hogar, era una vieja casona de estilo colonial que servía como orfanato y escuela para niños y niñas de entre unos meses de nacidos hasta los 15 años, había en el lugar cerca de 50 niños, el menor de ellos tenía cuatro meses y la mayor 14, era una jovencita de nombre Cecilia que fue abandonada a muy temprana edad por su madre alcohólica.

Dulce María o “Mamá Dulce” de 65 años tenía cerca de 35 años acogiendo niños y niñas desamparados.

Ella misma había sido abandonada en la calle, vivía en un callejón sombrío y comía de la basura, deambuló en la calle sin rumbo durante muchos años hasta que fue recogida por una misteriosa anciana, la mujer le dijo que veía con tristeza como vivían tantos pequeños en la calle, quería ayudarlos a tener una buena vida lejos de vicios y delincuencia.

La vieja del armario

La vieja del armario

Dulce ayudó a la anciana en las labores de limpieza de la casa, acompañaba a su madre sustituta al mercado para comprar alimentos y cosas para la casa, también para recoger niños huérfanos para brindarles un hogar, los llevaban a vivir a la casa donde se les brindaba un techo, ropa limpia y comida, a cambio ellos también ayudaban en las labores del hogar.

La anciana dueña de la casa lejos de ser una amable anciana era demasiado estricta.

No le gustaba el ruido y tenía horarios, reglas y órdenes que se tenían que cumplir al pie de la letra, quien no acataba dicho reglamento era enviado a un oscuro y tenebroso cuarto sin cama, ventanas ni nada, solo un viejo armario de madera color negro de una época bastante antigua, en aquel lugar decía vivía una vieja encorvada que se comía a los niños que se portaban mal, de esta manera se mantenía el orden en la casa, había niños que si quebrantaban las reglas y eran enviados a dicho cuarto por la anciana, una vez que eran enviados ahí ya no se les volvía a ver.

En la casa solo se comían verduras, frutas, frijoles, lentejas, habas y tortillas en pequeñas cantidades.

Además de un vaso con agua, la anciana comía sola en su habitación, la habitación más lejana, se llegaba a ella por un oscuro pasillo.

Solo en ocasiones especiales, una vez por mes se servía un platillo con carne, era la forma de la anciana y de Dulce de recompensar a sus niños, curiosamente coincidía cuando uno de los menores del centro de acogida rompían las reglas y jamás se les volvía a ver, la anciana decía que los había corrido de la casa por mal comportamiento.
La vieja del armario

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Los niños ayudaban en las labores domésticas, una vez cumplida cierta edad se les echaba a la calle sin miramientos, ahora tenían que valerse por si mismos, la única que podía quedarse a vivir en la casa era Dulce María.

La anciana murió y dejó a su cargo a Dulce quien años más tarde abriría un hogar de acogida “Hogar dulce hogar”.

“Mamá Dulce” era ante sus vecinos una mujer bondadosa, amable, cariñosa con los niños pero puertas adentro de la casa como su madre adoptiva también era estricta, déspota, tirana, amargada, cruel y sobre todo fanática religiosa, no tenía adultos para que cuidarán a los niños, ellos mismos realizaban los trabajos domésticos de limpieza, los niños mayores cuidaban de los pequeños, en especial Cecilia la mayor.

Cecilia era buena con sus compañeros, sabía que si se portaban mal eran enviados al cuarto oscuro, era aquel cuarto de la antigua dueña de la casa.

A últimas fechas los niños se quejaban de ruidos nocturnos, eran lamentos, arañazos, risas macabras.

Mamá Dulce decía que la vieja del armario se estaba alimentando de algún niño desobediente, con eso mantenía a los pequeños inocentes atemorizados y en verdad disfrutaba viendo cómo sufrían.

Hubo un tiempo en que el dinero se acababa más rápido, no estaban teniendo tantos donativos de la gente ni del gobierno mexicano, pensaba Dulce María que las criaturas estaban comiendo extra, levantándose por las noches y así evitar ser descubiertos. Con ese pensamiento se dio a la tarea de colocar un candado en el refrigerador, del cual la única llave siempre la llevaba consigo.

Una de tantas noches, cuando la señora se encontraba de mal humor, el ruido era excesivo.

Pero al visitar las habitaciones de los pequeños los encontraba tirados en sus camas, profundamente dormidos, lo cual no era del todo cierto, pues también escuchaban el escándalo, pero tratando de evitar más castigos, fingían estar dormidos cuando la escuchaban acercarse, la señora creyó entonces que le estaban gastando una broma, y los movió a todos a una sola habitación, la más lejana que pudo encontrar de la suya y le echó llave a la puerta.

El dinero seguía escaseando y con ello los recursos.

Tenían poca comida y ni siquiera se bañaban, dormían en colchones viejos y duros, sin embargo las extrañas desapariciones de niños en la casa comenzaron a aumentar, de los 50 pequeños que habían se fueron según Dulce muchos de ellos hasta que solo quedaron unos 12, se fueron por mal comportamiento o fueron devorados por la vieja del armario.

Se servían dos comidas al día que los mismos niños preparaban, una al amanecer y otra antes del anochecer y solo era un plato de frijoles o lentejas, una tortilla y un vaso de agua.

Mamá Dulce comía sola y precisamente en la habitación de castigo.

Cabe destacar que Dulce si llegaba a comer grandes platos de verduras con carne, quesos y una copa de vino, los niños que pasaban por aquel cuarto al final de un oscuro pasillo decían que escuchaban a mamá Dulce conversar y reír de manera tétrica con alguien más, era imposible porque ella era el único adulto que vivía con ellos en la casa hogar.

La vieja del armario

La vieja del armario

Un día hubo un incidente con Cecilia y otro niño, Mamá Dulce quería castigarlo por hacer ruido, pero Cecilia se opuso ya que consideraba que era demasiado castigarlo solo por estornudar cuando ella hablaba de Dios, consideraba que era una burla por parte del niño y merecía un castigo ejemplar, Cecilia estaba harta de los crueles abusos de Dulce María y de alguna forma armo una rebelión en contra de ella, pero en ese momento Dulce tomó un látigo y amenazó con golpearlos si no habían lo que ella les ordenaba, a los 12 niños los encerró en la lúgubre habitación a espera de que la vieja del armario se los comiera.

Cecilia pensaba que aquello eran puros cuentos para atemorizar a los niños, ella era mayor y no creía en eso, pero su opinión estaba por cambiar.

La noche se apoderó del lugar, era un cuarto oscuro que olía muy mal y dónde apenas penetraba, la luz de la luna.

Los pequeños se acomodaron como pudieron e intentaban dormir, estaban hambrientos ya que mamá Dulce les prohibió la comida en castigo, pero en un instante no se escucharon más que gritos, desde el armario había salido una viejecilla, encorvada, completamente desnuda, con una piel babosa y verdosa que dejaba rastros en el suelo por donde caminaba.

Se fue sobre los pequeños tratando de atraparlos, y eso se convirtió entonces en un verdadero escándalo, los niños corrían por donde sea que la pequeña habitación se los permitía, pero lógicamente no podían escapar, atrapó a una niña pequeña, abrió su enorme boca llena de dientes amarillos para comérsela,

Cecilia y sus amigos intentaban proteger a los demás de aquel monstruo ya que tenía a dos de ellos sujetados con sus huesudas manos , la vieja de tamaño descomunal empezó a engullirla por una gran boca llena, parecía estar realizando un gran esfuerzo porque los ojos se le salían de las orbitas, y hacia un ruido de atragantamiento que hizo desmayar a más de uno.

Cecilia recordó tener una navaja y una linterna en los bolsillos de su suéter.

Con la luz de la linterna veía a la anciana tratar de devorar a la niña, acto seguido le clavó la navaja a la anciana demoníaca en su ojo, soltando a los pequeños en el acto, la vieja se retorcía de dolor mientras maldecia a los niños, se volvió a esconder en el armario.

Cuando la señora Dulce María atendió al escándalo o para ver si aquella monstruosidad había acabado de devorar a los niños se llevó una gran sorpresa, Cecilia la golpeó en la cabeza dejándola inconsciente, despierta la amarró con mecates y la dejó en la habitación, tomó las llaves de la casa y se llevó con ella a sus amigos, llegaron al ministerio público y denunciaron los abusos a los que eran sometidos por parte de mamá Dulce.

En el momento que las autoridades ingresaron a la casa y después a la habitación vieron a la mujer tratando de sacarse de sus ataduras, fue auxiliada por la policía pero después llevada a declarar, reportó a las autoridades que los niños habían huido.

Cecilia y los demás niños también declararon que muchos niños desaparecieron.

Que la vieja del armario se los había comido Dulce tenía amenazados, diciendo: -Aquel que se porte mal, será bocadillo nocturno de la vieja del armario-.

Pero que solo era un cuento que la antigua dueña de la casa y madre sustituta le había inculcado para que los niños no se portaban mal y que si los niños desaparecieron fue porque se habían escapado o que ella misma les conseguía trabajo cuando llegaban a una edad mayor.

Las autoridades no creyeron el cuento de la vieja del armario y empezaron a investigar.

Cecilia los llevó a aquella habitación, se percibía un olor putrefacto que provenía precisamente de aquel negro y antiguo armario, ni siquiera el concreto podía disimular aquella peste, descubrieron con horror muchos esqueletos pequeños, algunos de niños de pocos meses de vida, los cuerpos de las pequeñas criaturas fueron desenterrados y llevados a un cementerio local, había un esqueleto que llamaba poderosamente la atención, era el más grande, sus dientes eran enormes y lo más perturbador tenía restos de sangre y carne en ellos, de manera sorprendente fue el único que las autoridades olvidaron en la casa, Dulce les dijo que era de la anciana que la cuido hasta su muerte, la dueña original de la vieja casa, al morir le dijo que continuará con su legado.

Los jueces encargados del caso tampoco crían en el cuento la anciana que vivía en el armario que se comía a los niños, ni siquiera se les cruzaba por la cabeza que eran asesinados para ser devorados por Dulce María cada vez que escaseaba el alimento, Cecilia dijo que ella no comía carne que era servida en esas ocasiones especiales.

Dulce dijo que era realmente absurdo, que ella era devota de Dios.

Que había niños que morían por enfermedades y que si fueron encontrados esos cuerpos en su casa era porque decidió enterrar los cuerpos de esos niños ahí porque no tenía dinero para darles un entierro digno en un cementerio.

Poco tiempo después la señora Dulce María Hernández fue condenada a prisión perpetua por asesinato, secuestro, maltrato infantil entre muchos otros delitos, perdió su derecho de madre sustituta por la gran cantidad de niños que desaparecieron bajo su cuidado, murió asesinada en prisión años después por las demás reclusas que no soportaron tener cerca a una asesina de niños.

Pasaron los años y la casa Hogar dulce hogar fue demolida para hacer en ese terreno una escuela.

Cecilia y sus amigos fueron reubicados en diferentes casas hogar donde serían adoptados por familias que se verdad los amaban.

Cecilia al crecer se convirtió en maestra, se reunió con sus amigos de la casa donde vivieron tantos abusos, abrieron una nueva casa hogar y se dedicaron a recoger niños y niñas en situación de calle para brindarles un hogar, comida, educación y sobre todo el amor que les fue negado, también buscaban que fueran adoptados por familias buenas, algo que mamá Dulce ni siquiera les había permitido.

En la escuela que se había edificado se conservó aquel armario, se utilizó para guardar papelería, pero los niños de la tarde tienen miedo de pasar por ahí, ya que escuchan las macabras risas de una vieja, ella los observa desde lejos, los invita a ir con ella con la promesa de una golosina.

Es aquel monstruo en la que las autoridades no quisieron creer, está en la espera hambrienta de un suculento niño para devorar, es la vieja del armario.

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