En mi juventud se escuchaba una canción que se llamaba la cucharita de hueso, se trataba de un hombre que le regalaron una cuchara de hueso, pero al poco tiempo se la robaron, la realidad es que la canción no me interesaba mucho.
Era una canción mas para los abuelos, pero me causaba impresión una cuchara de hueso.
A quien pertenecía dicho hueso, a un animal o a un ser humano, me obsesioné tanto con el tema que buscaba animales muertos para sacar un hueso, así fabricar mi propia cuchara , aunque los encontré no eran de mi agrado, al cumplir dieciséis años, me entré al cementerio con mi mejor amigo, casi era la media noche, allí robé la falange de una mano para fabricar mi propia cuchara de hueso, resulta que la falange era muy pequeña para mi cometido, así que volví, en esta ocasión solo, por que mi amigo estaba muerto del miedo, según leí el fémur sería el hueso mas idóneo para esta labor, no fue fácil aunque el cuerpo estaba casi en los huesos pelados, habían partes de piel tostada que los sostenía, al fin logré llevarme el hueso, mi padre tiene algunas herramientas para uso personal, pero estas servirían.
Llegué a casa pasada la media noche, ya no había manera de empezar mi trabajo, la realidad es que me sentía eufórico, dejé los huesos bajo la cama, aun conservaba la falange, me dormí pronto, entre sueño y despierto siento que mueven mi cama de un lado a otro, como si de una balsa en medio del mar se tratara, yo intentaba abrir mis ojos y salir de aquella pesadilla.
Calavera
Cuándo por fin logré despertar la realidad que veían mis ojos fue peor.
Frente a mi cama había un hombre, mas que un hombre una calavera, le faltaba su pie, bueno su hueso, específicamente el que yo tenía bajo mi cama, y me señalaba con su dedo faltante de una falange, di un grito que despertó a mis padres, la calavera desapareció, mis padres llegaron preocupados, les dije que solo había sido una pesadilla.
A primera hora fui al cementerio, buscaría el descuido del sepulturero y dejaría ambos huesos en su lugar, a pesar que en realidad yo pensaba que solo era una pesadilla, no quería volver a ver esa calavera, en un momento que vi al joven que hacía de sepulturero ir a traer algo de las herramientas, como pude los dejé en la tumba que yo medio había cerrado, al voltearme veo aún hombre a mis espaldas, en primer momento pensé que era el sepulturero, creí que me había descubierto, pero no era el, era un hombre alto muy serio, con un gran sombrero, su mirada era acusadora y temeraria, escuché esa voz atronadora y terrorífica,
“ Deja tranquilos a los que descansan en paz ”
Al escuchar la voz supe que era él, era el hombre que su cuerpo estaba en la tumba, di un grito y caí, no recuerdo mas, hasta que desperté en brazos del sepulturero, no se que hablé mientras estaba inconsciente, pero el me decía que tal vez el hombre que vi, era el mismo ladrón de tumbas que ya había ido dos veces, pero el lo estaría vigilando, no dije nada, me paré, le di las gracias y me fui a casa, nunca antes había contado lo que viví, pero les aseguro que nunca volveré a tomar nada de los muertos.
Escrita por: Alex Moralex Gómez.