Extrañamente por alguna razón, me gusta limpiar mi casa por la noche sin que nadie me interrumpiera. Mi esposo se había llevado a los niños de paseo.
Casi estaba por terminar, ya sólo me faltaba limpiar el piso de la casa. Aprovecho que no están para que no anden pasando por donde ya limpié y dejen sus huellas.
Le marqué a mi esposo para saber dónde estaban.
—Ya estamos entrando en la ciudad, llegaremos en unos 30 minutos. —Me contestó. Rápidamente terminé el piso y saqué la cena para calentarla.
Escuché al auto llegar, las puertas se abrieron y se cerraron en un instante. Se oyeron pasos corriendo hacia la puerta. “Estos niños vienen hambrientos”, pensé.
Corrí a abrir la puerta y me encontré con un gran desastre, todos estaban llenos de lodo, dejaron huellas por todos lados. Yo solo agaché la cabeza, “estos niños”, los regañé mentalmente.
—Los pies limpien los pies, —les grité.
—A bañar para que vengan a cenar, —les volví a decir. No sé qué fue lo que pasó después… Recuerdo que estaba haciendo la cena y contesté el celular porque mi esposo me estaba llamando. Después de eso, todo se volvió una laguna negra dentro de mi mente, sin poder recordar lo que sucedió después de que llegaran a casa.
Abrí los ojos y encontré a mi esposo sentado, noté que estaba angustiado.
—¿Qué tienes? —Le pregunté, no entendía lo qué estaba pasando.
—Tienes todo el día inconsciente, tuve que llamar a tu mamá porque estabas en la calle deambulando. —Me respondió, no pude evitar soltar una carcajada.
—Seguramente estás bromeando. Te vi llegar hace un momento con los niños. Entraron corriendo y no me dio tiempo de decirles que se limpiaran los pies. ¿En dónde andaban? Estaban tan llenos de lodo, que ya me ensuciaron todo lo que pasé limpiando en el día. Los llamé para cenar pero no respondieron, espero que se hayan metido a dar un buen baño.
Mi esposo me abrazó muy fuerte por la espalda, no esperaba su reacción.
—Perdóname Carol. En verdad, perdóname por todo lo que estás sufriendo. Fue un accidente, jamás me lo podré perdonar.
Al escuchar esas palabras, un escalofrío recorrió toda mi espalda, devolviéndome al presente. Hace cuatro años mi esposo llevó a pasear a nuestros hijos a un día de campo. Camino a casa, se encontraron con un conductor ebrio que los golpeó con su camioneta, y mis hijos trágicamente murieron en ese accidente.
Desde entonces, cada 21 de abril limpio sus huellas del piso. Reviviendo lo que se supone que debió de haber sucedido esa tarde.
