Todas las noches es lo mismo, mi hermano menor llora y pide que venga mi mamá, aún no se leer el reloj pero mi madre con sueño alega que son las tres de la madrugada.
Lo toma en brazos y lo lleva a su recámara, entonces escucho desde mi cuarto, que ella le comenta a mi padre que es la misma pesadilla, el gato negro que solo mi hermano ve, a los pies de la cama que compartimos, sobre ese feo payaso de madera que papá compró hace tiempo.
El gato negro de mi habitación
Cada que preguntan que si yo ví algo, les digo que no, moviendo mi cabeza de un lado a otro, pero la verdad me siento más segura aquí en mi cuarto siendo observada por ese gato que solo nosotros vemos, negro y brilloso es su pelaje, de ojos amarillos penetrantes que brillan en la oscuridad como canicas fluorescentes, no emite sonido, no se mueve, ni siquiera parpadea, solo observa, cada noche sobre ése payaso de madera.
¿Cómo les explico que me inspira más confianza que el cuarto de mis padres?
La ventana de su cuarto da a un terreno baldío, y en ocasiones escucho que chistan, en una ocasión al levantar la cortina, entre la maleza ví a una extraña señora, con ropa desgastada y triste mirada observando mi casa, cualquiera diría que es una simple mujer, solo que sus pies pareciera que no tocan el suelo, además, ¿Quién sale de madrugada?
Prefiero mi cuarto con el gato negro, el no se me acerca, ni siquiera un sonido hace, solo observa, además cuando me asomo por la ventana de mi cuarto veo a Don Paco, que gentilmente me sonríe y levanta su mano, me llena de confianza, de él tampoco hablo ya, la vez pasada mamá me regañó y una nalgada me dió, cuando le pregunté a doña Esperanza por Don Paco, en privado mamá me dijo que el ya no se encuentra en este mundo.
¿Acaso se habrá cambiado de planeta Don Paco?
Me siento más segura aquí en mi cuarto, siendo observada por el gato de negro pelaje, cuya aparición siempre se anticipa a algo, como cuando fuera de mi cuarto ya cuando todos duermen, escucho canicas y pasos, pero sea lo que sea no entran, pareciera que le temen a éste gato, lo curioso es que ya comienzo a tomarle cariño, aunque el no se mueva, ni si quiera respira, solo me observa con sus penetrantes ojos amarillos.
Autor: Raquel Echavarría Barrón