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El patio de la señora Friedman

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admin
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Se escuchaba el sonido de una pala, cavando una tumba, en plena madrugada. Mis ojos se abrieron en contra de mi voluntad en plena oscuridad. ¿Quién estará tocando la melodía del misterio en medio de la noche? A caso, intentan despertar a Cerbero para entregarle otra alma.

Me levanté con cautela y caminé hasta la ventana. Intenté abrirla con sigilo y zacear la curiosidad que me invadía. Todo enmudeció en un instante. La ventana susurró mi presencia y dejó una pequeña brecha por donde la Luna iluminó mi rostro. Mi corazón tocaba los tambores de la incertidumbre en mis oídos.

Vi el patio de la señora Friedman. Había un agujero hecho recientemente.

Una pala salió volando de su interior y cayó sobre la arena removida. Mis manos sujetaron el ventanal intentando contener los nervios. Alguien empezó a salir del hoyo. Su rostro estaba cubierto con una máscara de Panda. Usaba una bata de dormir blanca que contrastaba con su largo pelo negro. Su figura encorvada y sus largos dedos de las manos se apreciaban sin esfuerzo.

El patio de la señora Friedman

El patio de la señora Friedman

Caminó hasta un rincón del patio donde mi vista no alcanzaba. Mi respiración se hizo pesada y forzosa. Su presencia se había perdido en la oscuridad momentáneamente –Silencio, maldito silencio que inundó todo el espacio con su presencia–.

El viento removió los arboles e intentó abrir aún más mi ventana.

La sostuve con firmeza mientras vigilaba el lugar. Entonces, el heraldo de la muerte apareció de nuevo arrastrando el cuerpo ensangrentado de una mujer. Un cuchillo enterrado en el pecho de la difunta resplandecía con la luz de la Luna y me hablaba de horrores. Su sangre me hizo lanzar un pequeño quejido que intenté reprimir. Me agaché aterrado y dejé de mirar. El desconocido se detuvo repentinamente.

–¿Me habrá escuchado?

–Me pregunté a mí mismo mientras sentía que las paredes de la habitación me aplastaban.

Me levanté con las piernas temblorosas y volví a mirar hacia el patio.

Él estaba ahí, inmóvil como una gárgola, mirando fijamente a la difunta. Se agachó con lentitud y sujetó el cuchillo. Lo desenterró del pecho en un instante y lo levantó hacia la Luna mientras la sangre caía sobre su bata blanca. Se quedó así, unos segundos, hablando en silencio con el dios de la muerte.

El patio de la señora Friedman

El patio de la señora Friedman

De repente, giró su cabeza 360 grados hacia mí.

Mis ojos chocaron con los suyos y un humo de color verde brillante comenzó a envolverlo. Su figura se fue derritiendo en el misterioso portal hasta que desapareció. Cerré la ventana y caminé aterrado hacia atrás. Tropecé con uno de mis zapatos y caí al suelo. En ese instante, alguien comenzó a golpear mi puerta intentando derribarla. Traté levantarme, pero no pude.

La puerta salió volando estrepitosamente y cayó sobre la cama.

Un humo de color verde brillante comenzó a entrar en la habitación. Unas manos grotescas con dedos alargados y sucios de sangre se posaron en el marco de la puerta haciendo que me orinara en mis pantalones. Grité como un niño asustado clamando la ayuda de mi madre varias veces. La cabeza del panda se asomó lentamente a la habitación y me vio llorando en el suelo. En un instante, apareció sobre mí, con el cuchillo en mano y dispuesto a arrancarme la vida.

–Extiende tu mano – Me susurró al oído aquel ser despreciable.

Subí mi mano tambaleante hacia el enmascarado.

Entonces, me la sujetó con tanta fuerza que sentí que me rompería los huesos. Tomó el cuchillo y me hizo una marca en forma de cruz en la palma.

El extraño humo comenzó a envolvernos. Todo empezó a oscurecerse hasta que desaparecimos en la nada. Su voz volvió escucharse una vez más.

–Cuando tus ojos vuelvan a ver los míos te arrastraré hasta el mismísimo infierno y morirás.

Mi cuerpo se sintió pesado como si me sepultaran vivo. Como si las arenas del tiempo cayeran sin clemencia sobre mí. No sabía dónde estaba.

Se escuchaba el sonido de una pala, cavando una tumba, en plena madrugada. Mis ojos se abrieron en contra de mi voluntad en plena oscuridad. ¿Quién estará tocando la melodía del misterio en medio de la noche?

Me levanté asustado y me senté en la cama intentando entender lo que había pasado.

Sentí una pequeña picazón en la palma de la mano y al mirarla, vi aquella marca en forma de cruz. Aquel billete rumbo al infierno que me habían entregado por estar mirando lo que no debo. Aquel recordatorio de que sin importar las cosas extrañas que escuche en las madrugadas nunca debo levantarme a mirar lo que sucede en el patio de la señora Friedman.

 

Envío salim Rodríguez administradora del grupo de WhatsApp de Cuéntame tu Historia de Terror.

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