Un pedófilo es arrestado, la justicia lo condena a cadena perpetua. En el juicio él ríe, porque sabe que la justicia no lo va a matar. Al otro lado de la ciudad, una madre llora, porque su hijo solo tiene una hora de vida. El pequeño Jason de 4 años respira con ayuda de máquinas, porque tiene una enfermedad incurable. “¡Necesito un milagro, y creo en ello!” dice la madre mientras llora sobre el cuerpo de su pequeño, ella ni siquiera sabe que la muerte está detrás de ella, observando todo.
La muerte sale de la habitación y en el pasillo se golpea la cabeza contra la pared diciendo: “Ya no puedo soportar ver esta escena, ¿cuántos niños he tenido que matar? ¿Cuántos? Todos eran inocentes, ¿por qué tengo que castigar a personas tan puras? ¡Él solo es un niño de 4 años!”
En la prisión, el pedófilo está sonriendo, dice: “¿Quién diría que después de cometer todos esos crímenes, todavía viviría bien, comiendo a costa de los tontos!” El carcelero trae la comida y se va. El pedófilo toma un guisante y lo traga en lugar de morderlo. Luego se atraganta, tose, tose, tose, hasta que cae con la cara morada, sin aire.
El carcelero vuelve y ve que está muerto. Al otro lado de la ciudad, el pequeño Jason es dado de alta y sale en los brazos felices de su madre. La muerte observa todo y dice: “Lo logré, nadie nunca lo sabrá, pero cambié los nombres de las personas de mi lista, maté al pedófilo y salvé al niñito. Debía ser al revés, pero creo que fue un trueque justo”.
