¡Ahhhhhh!– Despertó repentinamente Alberto, gritando fuertemente a todo pulmón. Había tenido una pesadilla.
La pesadilla no tenía mucho sentido.
Un hombre horrible entraba a su casa, del miedo que sintió se escondió bajo la cama, y pudo ver cómo el hombre arremetía fuertemente a pu-ña-la-das en contra de su esposa y su pequeña niña. Con temor cerraba fuertemente los ojos y con sus manos se tapaba los oídos para no tener que escuchar los gritos ahogados y la sangre chapoteando de los cuerpos de sus amadas.
Cuando el intruso termina su tarea, camina como desorientado en la habitación. Alberto intenta evitar que se le escape un suspiro, pero de pronto siente que lo jalan por un pie, sin nada con que defenderse está delante del tipo, el cual, se quita poco a poco la máscara para delatar su identidad. Para sorpresa de Alberto, era él mismo.
Esto fue lo que hizo que se despertara de pronto, y con temor empezó a contar la pesadilla al ca-dá-ver de su esposa y su niña.
