La que no se olvida
 
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La que no se olvida

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admin
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Natalia se sintió aliviada cuando por fin enterré a mi esposa. La vi sonriendo con una malicia tímida. Aunque vestía de duelo resaltaba con su belleza, en ese entallado vestido negro que había decidido usar para aquel momento especial.

A pesar de estar de duelo, a pesar de estar en aquella situación tan triste los hombres no podían evitar mirarla.

Pero ella estaba allí no para ser admirada por ellos, sino por mí. Por el nuevo viudo, del que se había enamorado meses antes.

No puedo mentir. Yo también cedí a sus encantos. Y mientras mi esposa moría lentamente en el hospital, yo busqué refugio en sus brazos. Sabía que estaba haciendo mal, pero nadie me pudo dar el consuelo que me dio ella.

-Ahora si podemos casarnos- me dijo mientras tomaba mi mano suavemente. – No es bueno que estés sólo en esta situación- agregó.

Tenía razón. Yo lo sabía. Y así meses después de acompañar mi soledad con ella, decidí casarme. A nadie le ofendió mi decisión. Natalia era bella, inteligente, una mujer moderna e independiente que supo hacerme feliz tras la partida de mi esposa.

Pero entonces pasaron los meses. Y conocí el lado de ella que nunca vi. Su belleza empezaba a volverse opaca ante sus constantes comportamientos y libertinajes, sin yo darle motivos.

Así entristeció mi vida y se apagó en ella el destello que antes me había deslumbrado. Yo me quedé aún así con ella, respetando el compromiso.

Un año, dos años, tres y no quise dejarla, me resigne a sufrir. Asumí que aquel era mi castigo por haberle sido infiel a mi esposa, yo bien sabía eso, por eso me quedé a pagar mis culpas.

Recordaba constantemente las palabras de mi fallecida ex-mujer…”Yo siempre volveré” me prometió en los mejores días de nuestro amor. La besé y le dije que siempre la esperaría, aún después de que muriese seguiría extrañando su amor.

Y fue durante una noche, cuando tanto extrañaba a mi esposa, que vi a Natalia aparecer entre las sombras. Con sus ojos imperfectos, empezó a quejarse de mi tranquilidad, de mi forma de ser tan aburrida para ella. A mí se me borró la felicidad de golpe.

Se me esfumó el recuerdo de cuando fui feliz con mi difunta mujer y caí en la realidad en que estaba. Y mentras esto pasaba, Natalia de repente se quedó en silencio, petrificada su mirada, viendo detrás de mí, actitud que me obligó a voltear, pero al voltear no vi nada.

Los ojos de Natalia se posaron en un punto fijo en la pared. Fue entonces que se tomó el vientre con sus dos manos, vi claramente como perforó con sus dedos, y de dentro de ella, de alli surgieron esos ojos azules, y el cabello negro, largo, y sus brazos blancos y bien formados, aquella caderas, era ella, indudablemente…era, mi fallecida mujer.

 

Escrito por #VladimirAR

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