Miedo orínico
 
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Miedo orínico

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admin
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A punto de irme a la cama, como de costumbre, permanecía un instante asomado a mi ventana y observando el oscuro bosque que se situaba a tan solo unos pocos metros de mi hogar. Siempre me había producido una extraña sensación de inquietud contemplar aquel lugar, como si estuviera siempre al acecho de algo. Pero, al mismo tiempo, esa misma inquietud despertaba mi imaginación, y me llevaba a soñar con todo tipo de criaturas monstruosas, fantásticas y, por supuesto, con algún que otro siniestro fantasma o ser del bajo mundo. Para inyectarme un poco más de ese extraño éxtasis de creatividad ficticia en la que me encontraba imbuido, buscaba un buen libro de mi autor favorito, “Lovecraft”, y devoraba página por página hasta quedar profundamente dormido.

No recuerdo bien qué fue lo que me despertó a esa hora tan misteriosa como son las 3:33, pero sentía un ligero impulso por volver a mirar por mi ventana para esta vez, distinguir entre la espesura del bosque, una luz brillante que curiosamente me atraía con una vocecita repentina que emanaba de mi interior y así como hechizado captó toda mi atención.

En silencio, agarré una humilde lamparilla que había guardado en un estante y salí de mi casa, caminando por un pequeño sendero bajo la fría y oscura noche hasta llegar junto al bosque. La voz, que de forma inexplicable se acentuaba mucho más, podía escucharla intensamente en forma de eco repetitivo que como el frágil humo se expandía desde el interior hasta las afueras del bosque.

Miedo orínico

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Sin pensarlo demasiado, atravesé la espesura.

Abstraído por la pequeña voz que, inexplicablemente, descubrí, provenía de un árbol gigante y mustio, que parecía estar pidiendo ayuda a gritos antes de terminar marchito del todo y encontrar sin remedio la muerte.

Absorto, me acerqué para tocar la arrugada corteza que por algunos lados tenía grandes protuberancias, y sin siquiera darme cuenta, terminé siendo absorbido hasta su interior. Intenté luchar por salir y deshacerme de las fauces de aquel monstruo, que terminó por tragarme por completo hasta caer por un escurridizo túnel que conducía hasta una réplica exacta de mi casa. Allí desperté de nuevo, por el intenso golpeteo de una mano fantasma que frenéticamente tocaba a mi ventana.

Eran las 3:33 de la madrugada; es lo que pude distinguir en el reloj de pared desde el otro lado del vidrio. Sin darme cuenta, miraba desde los ojos de aquel oscuro árbol y observaba entre la penumbra, la humilde luz que desprendía mi habitación a través de la ventana. Estático, y con una extraña mirada, aprecié una sombra que de forma penetrante acechaba tras la transparencia del cristal, y, como siguiendo un diario patrón, terminó ocupando mi cama.

Era una figura oscura, indescifrable y aterradora.

No podía ver su rostro, pero sentía su presencia como si fuera una mano gélida que envolvía todo mi ser. Intenté gritar, pero ningún sonido salió de mi boca. Intenté moverme, pero estaba paralizado. La figura se acercó lentamente a mí, como si quisiera devorarme. Sentí su respiración fría en mi cara y supe que estaba en peligro.

De repente, la figura desapareció y pude moverme de nuevo. Me senté en la cama, jadeando y sudando. Miré hacia la ventana, pero no había nada allí. El reloj marcaba las 3:33 de la madrugada, una hora misteriosa y aterradora.
No pude conciliar el sueño de nuevo esa noche. La experiencia me había dejado tan asustado que me quedé despierto hasta que salió el sol. Desde entonces, nunca más volví a mirar por mi ventana a esa hora de la noche.

Autor: Juan José Serrano Picadizo
J. J. EvilcrafT Relatos @Juanjosescritor

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