Llevo viviendo en esta casa mas o menos tres años, llegue en una noche de lluvia cuando aún era un bebé. Mi dueña… mi hermosa dueña Patricia me encontró todo moribundo a punto de caer desmayado y deambulando por las calles.
—te ves muy mal, michi… ¿Y tus dueños?, tendrás que quedarte conmigo.— dijo ella haciendo su frondoso y rizado cabello hacia atrás.
Yo solo me acurruqué en su pecho para poder sentir algo de calor que sinceramente me hacía mucha falta.
Me alimentó, cuido, mimo, y hasta me puso un nombre… sí, era feliz, aunque solo duró un tiempo.
Yo era demasiado juguetón, a veces me lanzaba desde una altura a la que a ella le daba miedo, tumbando los platos del almuerzo o rasgando las cortinas, ella solo sonreía y me gritaba:
— ¡GOTITA!.. Me vas a matar del susto, algún día vas a perder tus 7 vidas – repetía siempre.
Los primeros dos años la vi muy feliz, y fue lo mejor que pude vivir por mucho, pero el último que paso… algo cambio, Dejo de jugar conmigo, yo me apegaba a ella y siempre me decía que la disculpe, que estaba muy agotada.
Los últimos meses se la pasaba en cama todos los días. También escuche a su mamá que venía de visita de vez en cuando decir que era mejor que yo me vaya… Mi dueña me defendió diciendo que era su única compañía, y que trataría de que no sea un problema el hecho de que se le dificulte darme de comer o limpiar mi arenero.
Poco a poco ella solo hacía más que empeorar
Viéndola tan mal, lo decidí, no podía verla así, era mi deber cuidarla como ella lo hizo desde que me conoció… verán, decidí hacer un pacto con esos seres que creo yo solo puedo observar en las noches mientras ella duerme.
—Les ofrezco mis siete vidas a cambio de que pueda recuperarse y volver a ser feliz.
Los seres rieron, me miraron extrañados… pero finalmente cedieron. Dos días después me dormí para nunca más despertar.
Ahora ya no estoy físicamente con mi amada patricia, pero me da gusto verla muy muy feliz… y recuperando su hermoso cabello que alguna vez tuvo.
Créditos a quien corresponda.
